jueves, 31 de diciembre de 2009

ESPERANDO TIEMPOS MEJORES


Apretó el gatillo. Sonó una fuerte detonación cuyo eco rebotó en las paredes de las casas colindantes. Quedó su oído perjudicado, ensordecido con un agudo pitido. Y la pistola humeaba. Frente a él, su rival se tambaleaba, abría los ojos desmesuradamente y se dejaba caer en la tierra, eso sí, sin ensuciarse mucho. "Te llevas tu merecido", sentenció el pistolero, "te he dejado seco...". Y el recién muerto, levantaba la cabeza, y se quejaba: "Jo, el petardo de mi pistola no ha funcionado: a la próxima cambiamos de arma".
_____
_____

Y así pasaba el Verano, dando tiros y recibiendo de vez en cuando broncas, sobre todo cuando los petardazos resonaban a la hora de la sobremesa e interrumpían la siesta. Alguien, muy molesto y taquicárdico por una de aquellas explosiones secas se quejó airadamente al alto mando, "...se podían poner las pistolitas donde yo les dijera...". Aquel toque de atención supuso la confiscación inmediata de toda la munición.
_____
_____

Intentaron hacer "bang, bang" con la boca, pero ya no era igual. La justicia de los mayores no era equitativa. Los mismos que sesteaban a la hora de la sobremesa y que habían protestado tan enérgicamente; eran los mismos que por la noche ponían la música a todo trapo y daban voces, risotadas y chillidos histéricos.
_____
_____

Un frasco de vidrio de Nescafé. Un periódico de algunos días atrás. En sus páginas, conmoción por la muerte de Elvis, mientras el rey (el otro rey) navegaba por aguas de Mallorca, con una barba incipiente. Envolvieron con este papel las pistolas y cerraron el recipiente herméticamente.
Los dos amigos anduvieron bajo el sol de la tarde montaña arriba, donde el camino hacia la ermita se bifurcaba hacia los bancales con campos de trigo recién cortado, por donde sólo pasaban labradores con sus mulas y pastores con su rebaño y sus perros greñudos.
Eligieron una carrasca en un terraplén, junto al camino, y buscaron puntos de referencia, para no olvidarlo nunca.
Arrancaron hierbajos y escarbaron tierra húmeda y blanda por las lluvias recientes. Era como plantar un árbol. Depositaron con mucho cuidado el "cofre del tesoro". Lo volvieron a cubrir. Y sacudiéndose las manos, regresaron al camino, esperando tiempos mejores.
_____
_____

Uno de los amigos (y también el otro en un día diferente) regresó al cabo de muchos años. Le acompañaba un niño que repetía: "¿a dónde vamos?...". "Ya lo verás...". Le costó encontrar el camino a la derecha. Estaba muy desdibujado. En los bancales ahora abandonados crecía la maleza. Entre los pinchos de las aliagas se abrió paso hacia la carrasca del terraplén. Estaba todo tan igual y tan cambiado... Se afanó (y también su amigo, pero en un día distinto) en cavar la tierra. Era aquí. Seguro. Estaba aquí. O era un poco más hacia allá. El niño se impacientaba, "¿qué buscas?"; "...ahora lo verás...". Pero se tuvo que dar por vencido. "Ha venido antes que yo...", pensó el uno del otro (y el otro del uno). Se hacía tarde y les esperaban. Al niño no le importó la búsqueda infructuosa. Simplemente preguntó: "¿Le pedirás a mamá que me devuelva la pistola que me regalaste?".


lunes, 28 de diciembre de 2009

A CÁMARA LENTA

De pequeño, sus padres le marcaban muchas actividades extraescolares. También los fines de semana. Con tanta ocupación, a Martín apenas si le quedaba algún rato para jugar. "Se cansa enseguida de todos los juguetes", decían de él algo preocupados. Pero era todo lo contrario; porque él exprimía el tiempo y sacaba de un minuto hasta las centésimas de segundo. Así pues; Martín supo a edad muy temprana de su peculiaridad, aunque nunca se hizo preguntas sin respuesta del estilo de : "¿por qué esto me pasa precisamente a mí?".
_____
_____
El punto de inflexión vino el día que revivió el cuento de la tortuga y la liebre (Martín en el papel estelar de tortuga, claro está). Era una carrera en la que participaban compañeros que le sacaban dos palmos o más en altura. Se le burlaban en la línea de salida, ¿dónde se cree que va el renacuajo éste?
Al grito del profesor de Educación Física, "...preparados..., listos..., ¡ya!", los grandullones salieron escopeteados a grandes zancadas, enseñándole el dorsal en la espalda y dejándolo muy rezagado en la miseria. Entonces, él apretó los puños, y el tiempo empezó a frenarse... para los demás. Martín siguió a su ritmo, sin azorarse, hasta darles alcance, primero uno, luego otro, y vio nítidamente la perplejidad en sus rostros sofocados, porque el enano les adelantaba sin apenas esfuerzo...Cruzó la meta holgadamente en primer lugar, y dejó entonces que el tiempo volviera a su velocidad normal...(claro: para los demás). Escuchó cómo lo vitoreaban, "¡Martín-Martín!...", y sintió cómo lo levantaban en volandas, porque acababa de protagonizar su primera proeza.
Sin embargo, procuró en lo sucesivo no hacer abuso de esta cualidad. Cuando todos se quejaban del poco tiempo que la profesora había dejado para el examen, Martín pisaba el freno del reloj, repasaba hasta tres veces todas las preguntas y entregaba orgulloso las respuestas en un montón de folios escritos primorosamente.
_____
_____
Sus padres no lo veían estudiar casi nunca. Él era de mucho salir, de estar siempre dando vueltas con los amigotes por la calle. Regresaba justo a la hora de la cena, y después abría un libro (retardaba el tiempo para los demás); y el efecto neto era que en un "pis-pas" los deberes estaban hechos.
"Martín es muy inteligente", decía de él la psicóloga del colegio, "le bastan dos minutos para aprender lo que otros tardan dos horas... si él quisiera podría hacer más".
_____
_____
Estiró cuanto pudo los momentos dulces. Delante de la chica que le gustaba. Estudió el brillo de sus ojos, y anticipó en el gesto de sus labios que ella le iba a corresponder. Martín preparó a conciencia la frase justa, pero sólo le salió: "Contigo el tiempo se me pasa volando". Era verdad. A su lado, le costaba moderar la velocidad del reloj.
_____
_____
No tenía complejo de super-héroe, aunque méritos no le faltaban. Atropellos que pudieron ser y no fueron (ahí estaba Martín empujando a la señora y evitando el impacto en la última fracción de segundo). Incendios que pudieron ser pavorosos y quedaron en conatos (las llamas a cámara lenta no tenían "tiempo" ni para calentarle los calcetines). Bañistas que pudieron ahogarse y se quedaron con cuatro tragos (y los de la Cruz Roja sin enterarse).
_____
_____
Y Martín tuvo que afrontar momentos muy amargos que, como a cualquiera, le llegaron inexorablemente. En el lecho de muerte de su padre, convirtió los segundos en horas (los suyos, no los de los demás), tratando desesperadamente de encontrar una solución milagrosa, tratando de invertir el sentido del paso del tiempo. En vano. De sobra sabía que la batalla contra el tiempo siempre se pierde.
_____
_____
Un día Martín empezó a sentirse cansado. Se agotaba pronto. Y le dolían los huesos. Le dolía el alma. Se hizo un chequeo. Ahí no tuvo que retener al tiempo, porque ya de por sí, las esperas en los pasillos del hospital para cada prueba médica se eternizaban. Cuando pasó a la consulta para recibir los resultados, el doctor le hizo sentarse, "Martín, lo que tienes no se corresponde con la edad de una persona tan joven como tú... Arritmias, artrosis... son síntomas de envejecimiento prematuro". Martín suspiró. Y vio su rostro en el reflejo de la ventana. Con menos pelo, más arrugas. No le sorprendió el diagnóstico, y no quiso llevarle la contraria al médico porque, ciertamente, él había vivido muchísimo más tiempo del que se reflejaba en su carné de identidad.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

EL CRECIMIENTO NEGATIVO

Una vez resuelto el cambio climático, el mundo se enfrentaba de lleno a un nuevo problema global, más grave y definitivo: La superpoblación. Las ciudades habían crecido desmesuradamente y se tocaban unas con otras. Los habitantes se movían entre apretujones por las abarrotadas calles. Los colapsos en las carreteras eran eternos. Edificios inmensos con viviendas "ocupacionales" minúsculas y espacios reducidos, habitadas por turnos. El ser humano se había convertido en una plaga para el planeta. Colas, colas para todo, a todas horas y en todas partes. Los alimentos, de siempre mal repartidos, escaseaban de verdad. Y las fuentes de energía se habían secado esperando en vano una energía limpia e inagotable...
Entonces, algunos líderes organizaron una nueva "cumbre", como aquella que hubo hacía ya mucho en Copenhague, pero esta vez para enfrentarse a la marabunta humana. Sólo poniéndose todos de acuerdo evitarían un enfrentamiento fratricida, propugnado por unos cuantos descerebrados que gritaban "con menos gente, más sitio". De aquella reunión no saldrían sin una gran determinación.

Unos que sí, otros que no; el caso es que descartaron y tumbaron la planificación familiar a las primeras de cambio.


Luego vinieron más acalorados debates, y finalmente aparecieron los primeros ministros hablando desde tribunas que les llegaban hasta la barbilla, para, al lado de expertísimos científicos, anunciar con el semblante serio la solución única. Curioso; parecían más pequeños. Fue cuando anunciaron "El crecimiento negativo".
Las grandes compañías de publicidad se pusieron a toda máquina para reeducar a la gente y predisponerla al cambio inminente. Radios y televisiones machacaron en todos los idiomas conocidos estribillos como: "Aquí cabemos todos", "La grandeza está en el espíritu", "Nunca más el camarote de los hermanos Marx". "Cariño, mira cómo me encojo".
Muy sencillo: De la mano de la ciencia, todos, sin excepción, reducirían su tamaño a la mitad. Con un pollo asado comerían diez en vez de cuatro. En un estadio cuyo aforo había sido de ochenta mil personas, cabrían ciento sesenta mil. En una solución habitacional de treinta metros vivirían holgadamente seis ciudadanos. Una carretera general se convertiría en una autovía de cuatro carriles con sólo pintar dos líneas nuevas. Y así, folios y folios ensalzando las bondades del "crecimiento negativo"...
Pronto aparecieron movimientos contrarios a la reducción encubierta. Entre los más destacados, los "Salvemos Liliput", que gritaban su consigna: "¡¡A nosotros, enanos, dejadnos como estamos!!".
Y el escándalo fue monumental cuando se filtró que habría excepciones: algunos grupos destacados no verían reducido su tamaño en aras a su servicio público. Policías, para proteger. Médicos, para curar. Políticos para... para...
Tomada la decisión mundial, firmados todos los protocolos, empezó la cuenta atrás.
Ocultas en las profundidades del planeta, permanecían las evidencias de que una acción menguante tal ya se había realizado al menos dos veces con anterioridad en tiempos inmemoriables.




sábado, 19 de diciembre de 2009

EL MÓVIL EN LA MANO

Era de noche. El cronista conducía despacio. Al llegar a la rotonda apareció la silueta oscura del guardia civil esgrimiendo con la mano derecha, cual espada "jedi" o polo de limón gigante, una enorme linterna amarilla. El agente hizo indicaciones para que arrimara el vehículo al arcén. El vehículo frenó, mientras el corazón del conductor aceleraba bruscamente. Era imposible negar la evidencia. Menuda pillada. Menuda mala suerte. El móvil en la mano izquierda ¿Cuántos puntos le iban a caer? ¿Cuántos euros? ¿Qué les iba a decir? En ocasiones, la verdad es inverosímil. Aún tenía grabadas en la retina las lágrimas de la risa del cabrón que le puso pegamento de contacto en la carcasa del teléfono mientras repetía: "Era una broma, era una broma...".